He leído “Mundo Orwell. Manual de supervivencia para un mundo hiperconectado”, el libro de Ángel Gómez de Ágreda en dos ocasiones. La primera fue una lectura rápida, del tirón durante un viaje en tren. Me gusta abordar este tipo de trabajos en un espacio limitado de tiempo para obtener una visión panorámica de los asuntos que trata. Es un libro extenso. La segunda lectura, ya más pausada, me sirvió para apuntar ideas, formas y maneras para que el directivo comprenda cómo la transformación digital afecta nuestras vidas, nuestros negocios y nuestros sistemas políticos. Porque no se trata de un libro de tecnología, dispositivos móviles o nuevos medios, sino que “es, o quiere ser, una reflexión sobre las implicaciones de la tecnología” (p.10) en distintos órdenes sociales o actividades económicas. Presta especial atención a las cuestiones de seguridad por motivos profesionales, ya que el autor es coronel del Ejército del Aire, y deja por escrito una preocupación de la que participo: “Vivimos en guerra permanente. No es una guerra que ocurra todos los días, sino que tiene lugar cada minuto. No es un conflicto que se libre entre la gente, como el terrorista, sino que se libra dentro de cada uno de nosotros. Una guerra “en” la gente” (p.16). En tiempos de coronavirus y noticias falsas, es un apunte necesario para que el directivo comprenda cómo ha cambiado su misión dentro de la empresa. Me permito compendiar las ideas en un decálogo para la incertidumbre.
1) La reputación y la emoción han sustituido a la razón. Hay que conocer la dinámica que rige en el nuevo activismo político y que afecta a la cuenta de resultados. Los periodos de crisis se repiten con más frecuencia y no será raro pensar en la desglobalización de determinadas actividades económicas e industriales.
2) La presencia pública del directivo es una tendencia al alza. El directivo no es un publicista ni un influencer, sino el responsable último de la ejecución de los proyectos y los negocios. Es un influyente en su organización para que ésta se convierta en motor de cambio social y creadora de riqueza. En el reciente documento que hemos publicado Borja Bergareche y yo mismo apuntamos hacia esta corriente empresarial que aspira a introducir nuevas métricas en la evaluación directiva.
3) La generación “play again” da valor a vectores distintos de la vida política y social. “La inmediatez, la interactividad, la flexibilidad son principios que rigen su mundo” (p 63-64) lo que tiene consecuencias en el diseño de productos, en el valor de la marca o en la relación con la empresa. Se manifiesta en la desintermediación de productos, del retail, de la cadena de suministros o del comportamiento social.
4) La confianza pública está en desuso. “No hace falta construir, basta con destruir la confianza” (p.116). Esta afirmación tiene consecuencias directas en la empresa, ya que se incrementa el coste de transacción. La gestión de los intangibles (reputación, influencia, notoriedad o prestigio) forman parte de la tarea principal para construir confianza en el sector bancario, el liderazgo político o la venta de productos y bienes de consumo.
5) El mercado se organiza en gigantes. Bien sea el oligopolio o el duopolio, la transformación digital acusa la desigualdad y favorece una estructura sin actores intermedios o locales. Se subraya el aspecto positivo de la economía de escala, pero se olvida los riesgos de la antiinnovación o la colusión.
6) Estamos ante el fin de la jerarquía como método principal para la organización de las instituciones. Frente a la pirámide, las empresas necesitarán más liderazgo y más gestión de equipo. El autor se refiere a la empatía, las relaciones humanas, la cercanía o el trabajo en equipo como prioridades para la dirección general. Crece el valor de la diversidad.
7) El trabajo flexible es una realidad, no una opción de futuro. Esto obligará a las firmas a pensar métricas de productividad individual y colectiva, reduciendo los criterios de producción industrial. La fuerza laboral desagregada en tareas puede ser sustituible, pero el liderazgo directivo no entra en esa categoría. En la medida en que el directivo sea capaz de apostar por la flexibilidad, contar con valores humanos, reciclar y renovar los conocimientos y entrenar las competencias conductuales tendrá futuro dentro de la organización (p.154-155).
8) El auge de los grises, los matices, los tonos medios. Estamos ante el final de una etapa de valores absolutos, bloques cerrados o certezas perpetuas. En la firma, este enfoque gris se asocia con la capacidad de ser resiliente, contar con organizaciones ligeras que permitan adaptarse a los cambios, desligarse de los pesos estructurales y promover alianzas y coaliciones. Veremos negocios competidores en un mercado que, con posterioridad, colaboran en otros para fijar estándares o promover normas. Habrá que huir de las posiciones maximalistas.
9) La ciudad es la unidad de medida preferente de la ciencia económica, la política y la vida social. En este contexto, para la organización empresarial, la ciudad es un laboratorio activo de innovación, que reúne datos, concentra empleos de alta calidad, aglutina personas creativas, favorece las industrias y promueve el cambio social. La empresa tiene que implicarse en la creación de liderazgos urbanos de modo que la innovación política favorezca la innovación económica, el emprendimiento y las nuevas actividades económicas.
10) Hay que pensar en la inteligencia directiva como un compendio de valores, habilidades y destrezas de distinta naturaleza. Así, el autor habla de coeficiente intelectual, pero también de coeficiente emocional y el coeficiente de adversidad. Los conocimientos financieros serán esenciales en la matriz directiva, como no puede ser de otra manera, pero estas actividades podrán derivarse hacia algoritmos y robots. Sin embargo, la resiliencia directiva se convertirá -si no lo es ya- “en la medida de la capacidad de supervivencia de los mejor adaptados” (p.380).
En síntesis, la segunda lectura del libro me ha permitido pensar la misión directiva en la marea de incertidumbre que nos rodea. Ha sido un viaje apasionante.
Fuente: cincodias.elpais.com